jueves, 17 de noviembre de 2011

Las cosas fundamentales

Dos, quizá tres troncos fuertes… ramas esjajás de aceitunas y hojas siempre despeinadas. Las huellas de un tractor, las voces de los jornaleros a media mañana, las mantas que cubren los pies del árbol, el sonido del vareo, los sacos petados en un remolque, el tacto de un ramillete para la Abuela, el olor de la almazara a la entrada del pueblo, una botella y una garrafa, el gusto limpio y aterciopelado de la vida que hemos plantado.

Rojos, amarillos, verdes… y el cielo. Estos colores pintan a Papá en mi recuerdo. El campo labrado granate, la paja rubia en verano, la recogida de la aceituna en invierno, las hojas verdosas, fuertes y finas del olivo.

Papá murió en mis brazos. Yo le abrazaba por el lado izquierdo y mamá, al otro lado, le acariciaba el flequillo. En los segundos antes de dejar de respirar, di un beso a papá y le dije “Papi, te quiero”. Mamá le llamaba cariño y le decía que estaríamos bien, unidas y unida toda la familia. Esas fueron nuestras últimas palabras en su vida.

En los suspiros finales no se dice: Que sepas que vamos a poner las puertas del piso blancas; Estoy pensando en cambiar de coche; O por cierto, si se da el caso ¿qué quieres que hagamos con la finca?

Son asuntos que importan, sí, y unos más y otros menos. Pero no son fundamentales.

El beso a Papá, las palabras bonitas, los últimos segundos juntos, los tres para siempre, promesas de perpetuar el amor… Esas son las cosas fundamentales.

En la voz de tu Louis Armstrong:


"Debes recordar esto:
Un beso sigue siendo un beso; un suspiro es sólo un suspiro.
Las cosas fundamentales permanecen
Con el paso del tiempo"

Siempre nos quedará… ese momento, que fue el principio de una nueva… vida. “Sam, tócala otra vez” para no olvidar lo verdaderamente imprescindible, lo fundamental.