lunes, 25 de noviembre de 2013

Que un viaje juntos era tu cielo

Estábamos en la casa del pueblo. La tía Amparo esperaba en la mecedora de la entrada, mientras que a mi me avisaban de tu llegada, como cada mes. Subí corriendo y, a mitad de las escaleras -a la altura del zuncho más o menos- me reencontré contigo y nos abrazamos. El tío José Miguel se asomaba a la escena sonriendo desde la varadilla de arriba, pues él ya te había saludado.

Después de tu breve visita volverías al cielo.

Cada uno elegía su cielo. Tú habías elegido México y aquél último viaje que hicimos los tres juntos. Durante tu ausencia revivías todos los momentos: las canciones y las risas en Garibaldi, el mercadito artesanal y el paseo por cada habitación de la casa azul, las vistas desde el castillo, las trasmañanadas y todas las tonterías, el zumo de naranja que nos tomamos en la terracita de Cuernavaca y el momento en que compramos aquella máscara, nuestro ascenso a la pirámide al final de la avenida de los muertos…
 
 

Como cada mes, se te concedía una visita y cada uno podíamos tenerte durante siete segundos. Aprovechando que estaríamos todos en el pueblo, esta vez te apareciste allí, donde te iluminaba el solazo invernal de Bienservida a través de la cristalera de nuestra casa.

Así que allí estábamos… abrazados. No nos dijimos nada, porque no había nada que decir más de lo que te conté con la lágrima que te dejé en el hombro de tu jersey azul.

Pasaron muy rápido esos siete segundos y yo no podía apretarte más fuerte. Sin querer, pero aposta, te solté. Porque tú tenías que ir a ver a mamá, y yo me tenía que despertar.

viernes, 1 de noviembre de 2013

¿Cuánto tiempo voy a quererte?


Papi,
Nuevamente estamos aquí un día de Todos los Santos. La gente ha ido ya a ponerte flores, pero sabes que yo no voy a ir.


"¿Cuánto tiempo voy a quererte?
Mientras las estrellas brillen sobre ti.
Y más, si puedo."