Volver de un caluroso Puerto Rico, de un cálido Brasil, o de un Perú templado… Y llegar al frío seco en España.
Así comenzaron muchos años nuestras vacaciones de Navidad. Estofar las maletas con jerséis era la señal. Los regalos, los preparativos, el vuelo en sí era parte de un viaje mucho más grande; Grandioso. El reencuentro con nuestra familia al otro lado de la puerta de ‘salida, nada que declarar’ en Madrid, o en Bienservida echar un primer vistazo al final de la cuesta desde el coche, y al llegar a la plaza intuir a algún primo esperando detrás de las cortinas del balcón y correr a tocar el llamador de la casa de la Abuela.
Cuatro Navidades sin ti… y no tenerte empieza a convertirse en lo normal. Tu nombre ya no está en ninguno de los papelitos del amigo invisible, irónicamente, porque eres el único al que no vemos. Pero estás en nosotros y nos duele y encanta perderte, porque te escapas siempre... en nuestra risa. Si es así, contamos con perderte unas Navidades más, sin dejar nunca de quererte.