miércoles, 9 de diciembre de 2009

Manual de estilo para la vida


Ojalá nos hubieses dejado un manual de instrucciones. Porque… por increíble, inverosímil, imposible que parezca, los que te hemos conocido sabemos que es cierto. Siempre hacías las cosas BIEN. Así, las hacías parecer fáciles. Y además, las hacías bien para todos.

Sin ti la vida se ha complicado un poquito, pero sí, papi, es un reto más. Nos has dejado un tesoro, que es tu manera. Y cuando nos enfrentamos a una situación distinta, alegre, dolorosa, o simplemente nueva, podemos rebuscar en nuestros adentros y evocar tu mirada fina y sabia; tu sonrisa comprensiva, alentadora; tu abrazo protector transmitiéndonos confianza en nosotros mismos, y tu gesto familiar pero firme, regalando fuerza y entereza.

Si me pudieses oír, hoy te contaría una cosa. Tú me aconsejarías.
Hoy, no me puedes escuchar. Y si lo haces, yo no te oigo a ti.

Así que estoy repasando en mi memoria los archivos almacenados en dos décadas, para intuir qué hacer, y cómo. Debo repasar tu manera: Pensar qué dirías y qué harías tú. Y que me dirías que hiciera yo.

Por ti sabemos que hay que calcular riesgos y estar dispuestos a asumirlos, tratar los asuntos más difíciles y delicados con tacto- pero tratarlos, y resolverlos sin demora. Actuar rápido y con elegancia.

Pensando en ti, siempre podremos ser auténticos, nosotros mismos, y reivindicar nuestro derecho a equivocarnos. Lo que no hagamos es lo que nos perdemos, así que, papi, dame el empujón que necesito. Si ahora hay que apretar –si es lo que toca-, se aprieta, porque lo bueno puede ser mejor. Tú decías que hay que ceder en lo accesorio y ajustar en lo fundamental, que es preferible dar dos pasos adelante y retroceder uno, que no dar ninguno. Decías que hay que atreverse a hacer las cosas diferentes. Con paciencia, pues es mucho más fácil hacer las cosas bien. Pero también a veces hay que elegir entre lo fácil y lo correcto. Sí, papá, todo es ponerse. Y los problemas son problemas porque tienen solución, esa me la apunto.

Al fin y al cabo, la mayor tranquilidad, la seguridad del mundo cabía en mis manos cuando decías: No pasa nada.

Nos enseñaste a vivir. No dejaste instrucciones, pero nunca salgo de casa ni salgo de mi misma sin el manual de estilo para la vida –y para vivir- de Vicente Serrano Navarro, Papá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy cierto Paloma, muy cierto. Un abrazo