jueves, 6 de septiembre de 2012

Con nuestras familias en casita

Más que el entretenimiento y las degustaciones limeñas, la magia y la altura del Cusco, más que la impresión de los cortes andinos y la maravilla de Machu Picchu, más incluso que los colores preciosos del Valle Sagrado, lo más emocionante del viaje ha sido que conocieseis con nosotras a nuestra familia de allí que, por serla y, ya habéis visto, también es vuestra; que hayáis visto y comprobado que hemos vivido -y yo crecido- muy bien y hemos sido muy felices. Y que todo esto es parte de nosotros.


Una noche brindamos en Lima cenando con nuestros amigos. Con las copas alzadas, Marcelo encontró mis ojos que le buscaban y nos dijimos con una mirada lo que unos días más tarde me decían los tíos con sus abrazos al despedirse.


Después, cuando todos se estaban acostando, me senté en el salón junto al ventanal. Contemplando una vista entre real y recuerdo, me transporté al interior de otro ventanal a pocos metros tras el cual vivimos los tres con Coquí, junto al que desayunábamos Papá y yo en la mesita del mus para empezar cada mañana una rutina, una vida, una felicidad.

Y me puse a escribir.

Papi, recuerdo Lima contigo y cuando tú estabas. Este cielo, que tan poco gusta, a mi me hace sentir como en casa... Y un poco contigo.

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