Más que el entretenimiento y las degustaciones limeñas, la magia y la altura del Cusco, más que la impresión de los cortes andinos y la maravilla de Machu Picchu, más incluso que los colores preciosos del Valle Sagrado, lo más emocionante del viaje ha sido que conocieseis con nosotras a nuestra familia de allí que, por serla y, ya habéis visto, también es vuestra; que hayáis visto y comprobado que hemos vivido -y yo crecido- muy bien y hemos sido muy felices. Y que todo esto es parte de nosotros.
Después, cuando todos se estaban acostando, me senté en el salón junto al ventanal. Contemplando una vista entre real y recuerdo, me transporté al interior de otro ventanal a pocos metros tras el cual vivimos los tres con Coquí, junto al que desayunábamos Papá y yo en la mesita del mus para empezar cada mañana una rutina, una vida, una felicidad.
Y me puse a escribir.
Papi, recuerdo Lima contigo y cuando tú estabas. Este cielo, que tan poco gusta, a mi me hace sentir como en casa... Y un poco contigo.
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