Hace unos años papá llegó a España de vacaciones más tarde
que nosotras porque le encargaron representar al Banco en una recepción que la
embajada española en Lima ofrecía al Príncipe de Asturias, hoy proclamado
Felipe VI, Rey de España.
Para mi padre, como para todos los presentes en aquél acto,
fue un honor conversar y conocer al Príncipe. En estos eventos, que se juntan
personajes de las altas esferas es fácil reconocer los diferentes tipos de
personas: los más necios se sienten superiores por estar allí, los mediocres agachan
la mirada ante quienes consideran más que ellos, algunos simplemente se mantienen
en tensión por no saber cómo comportarse y recurren a sonrisas forzadas, frases
preparadas... Con lo sencillo que es ser natural.
Me imagino la escena: la embajada vestida de luces, coches
oficiales rodeando la manzana, agentes de seguridad fuera, dentro los señores
con sus mejores trajes y gemelos, los grandes empresarios expatriados estirados
y encantados de conocerse. Y entre todos ellos, mi padre, con esa elegancia que
nacía no de creer ser algo por haber llegado hasta allí, sino de ser mucho más
por venir de donde venía.
¿Y sabéis qué? Se
lo dijo al Príncipe. Le dijo que era de Bienservida. Y el Príncipe se
sorprendió por el nombre tan curioso de ese pequeño pueblo de Albacete que
tenía allí, en la embajada de España, a su propio embajador itinerante.
Sí, así era mi padre: "natural, Serrano Navarro y de Bienservida".
En aquél patio salmón y de azulejos abierto al cielo gris de
Lima, mi padre, respetando el protocolo tanto como su naturalidad, le habló al
Rey de España de su pueblo.
Y pensar que quizá alguna vez te haya dado reparo acercarte a
alguien y decirle eso que le querías decir... No. Hay que ser auténtico,
valiente, y natural. Y no sólo hay que
decir que hay que serlo, hay que predicar con el ejemplo. Como Papá.
Me imagino a papá aquella noche en la embajada - el mismo
escenario donde, meses después mamá, mis tíos y yo viviríamos una de
las noches más recordadas en el anecdotario de las aventuras de la vida
risa- me lo imagino haciendo ese gesto tan suyo, retirándose el flequillo de la
frente, antes de darle la mano al Príncipe.
Y sí, fue un honor para mi padre conversar y conocer al
Príncipe. Pero quizás el Príncipe no se diese cuenta entonces; para él fue un
privilegio conversar y conocer a mi padre.