martes, 16 de diciembre de 2008

Navidad para papá

Papá, esta Noche Buena voy a ir a la Misa del Gallo, y me sentaré mirando el retablo de la iglesia, detrás de mi cantará el coro, tocarán el Emilianete y el tío Pedro la bandurria, la Modesta la pandereta, y el solo de la Maruja sonará con eco por toda la iglesia. Cantaremos el Chito, Pastorcitos de Judea… y el Factus Est; nuestro “fatusé.”




El año pasado por estas fechas escribí sobre “Los ruidos de la Navidad.” Escribí:

“En la plaza del pueblo había lío el día después de Navidad. ¡Migas para todos! Y vinieron corriendo a avisarnos, deprisa, que allí ya se están desgañitando, Virgen Santísima. Nos arremolinamos en la lonja del ayuntamiento, repartiendo platos de migas y vino, arrancando uvas de los racimicos para tragar la miga, y saboreando los chorizos. “Esto es lo más grande, Señor,” dijo mi tía.

Mientras unos organizaban todavía el reparto, la Modesta empezó con el tin trrrrr-chín trrrrr-chín de la pandereta y se arrancó con los Pastorcitos de Judea. Enseguida hicimos corro –y coro-, “Una nueva os quiero dar (os quiero dar), el Mesías ha nacido, duerme en un pobre portal.” Y seguimos cantando, haciendo los ruidos de la Navidad, “Gloria en cielo, paz en el suelo, suena el cantar de la Navidad, dindilindín-dindilindán, en el huerto de María ha florecido un rosal.”

Mi abuela dirigía las mesas de reparto. Migas ya no quedaban, pero chorizos y salchichas quedaban bastanticos aún.

La Noche buena se viene tururú
La noche buena se va
Y nosotros nos iremos tururú
Y no volveremos más

Don Juan Ángel, el cura del pueblo, estaba henchido de gozo. Empezó a dar vueltas con la garrafa de vino para ir rellenando vasos. “¡El cura regala vino!” se oía. “¡Otra ronda!” más allá. “¡El cura reparte vino bendito!” Y nosotros seguíamos:

Yo quisiera poner a tus pies
Algún presente que te agrade, Señor,
Mas no poseo más que un viejo tambor,
Ropompón pon ropompón pom…

Salió la Salvadora en zapatillas de andar por casa, y se juntó al corro, que le va mucho la marcha y “desde que tenía el primer diente, éste mira, ya estaba yo cantando en el coro-la-Iglesia.”

Chito chito, callandito llegaremos al portal.
Cantaremos, bailaremos y el niño se alegrará.
Pero chito.. muy bajito, no se vaya a despertar.

Entonces gritaron “¡La casa invita a chorizos!” Y salió el cura con la sartenzaca de chorizos, y todos se le fueron encima a por los chorizos, de postre.

Tápalo, tápalo, tápalo
Dice José a María,
Esta noche nace el niño
Que ha de ser nuestro Mesías.

Parecía que menguaban las vocecetas ya, que era hora de irse al café, cuando sacó mi tía Amparo un termo pa’ tós.

Hacia Belén va una burra
Rin-rín
Yo me remendaba, yo me remendé
Yo me eché un remiendo, yo me lo quité.

Cuando se acabó la comida el corro se hizo más grande. Y mi abuela llegó con el cucharón de servir a dirigir la orquesta. La Modesta seguía con el trrrr chín de la pandereta, y nosotros todos cantando y meciendo el cuerpo al ritmo del Veinticinco de Diciembre fun fun fún.

Y es que “esto es lo más grande”, lo más bonito de estas fechas… son los ruidos de la Navidad.

Ay del chiquirritín, chiquirri-qui-tín
Queridito del alma
Ay del chiquirritín, chiquirri-qui-tín
Queridi-, queridito del alma.”

Papá lo leyó, y me dejó un comentario: Definitivamente si no existiera Bienservida habría que inventarla para que pudieras escribir cosas tan bonitas.

Para mi, “lo más grande” son esas palabras llenas de razón y corazón. Suerte que existe Bienservida. Y no pienso desperdiciarla. Esta Noche Buena cantaré en la Misa del Gallo. No podré cantar contigo, pero cantaré por ti.

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